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La viveza, entre la inteligencia y la estupidez

 
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ggimeno@inter1



Registrado: 05 Sep 2002
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MensajePublicado: Vie Nov 01, 2002 11:28 am    Asunto: La viveza, entre la inteligencia y la estupidez Responder citando

Aunque no me dieron bolilla con lo del foro literatio, igual los dejo con un interesante art?culo de Marco Denevi, escrito hace m?s de 20 a?os
La viveza, entre la inteligencia y la estupidez

Por Marco Denevi para La Naci?n.

Frente a un problema concreto, la reacci?n mental del hombre inteligente es din?mica: buscar? el camino de la soluci?n, a menudo a trav?s de exploraciones, de asedios desde distintos flancos, de razonamientos abandonados en un punto y recomenzados en otro, hasta encontrar la salida. En lat?n, salida se dice exitus, que los ingleses tradujeron por exit. La inteligencia conduce al ?xito.
Ese mismo idioma, madre del nuestro, cuyo estudio hoy les parece superfluo a algunas autoridades universitarias, tiene un verbo, stupere, que significa quedarse quieto, inm?vil, paralizado y, en sentido traslaticio, mentalmente detenido como delante de un cartel que dijera stop. De ah? deriva la palabra est?pido: hombre que permanece entrampado por un problema sin atinar con la salida, aunque a veces adopte la agitaci?n convulsa de una mariposa encandilada por una luz muy fuerte o los movimientos desesperados de un animal dentro de una jaula. Hablo siempre de lo que ocurre en la mente. Las dos ?nicas reacciones del est?pido ser?n la resignaci?n o la violencia, dos falsas salidas, dos fracasos. Salvo casos patol?gicos, todos somos inteligentes respecto a un tipo de problemas y est?pidos respecto a otro tipo de problemas. Pero nuestra inteligencia y nuestra estupidez no dependen de nuestra moral. Hay inteligentes moralmente canallas y hay est?pidos moralmente intachables. Cu?nto la inteligencia y la estupidez le deben a los genes y cu?nto a la educaci?n (digamos, a la gimnasia) es un asunto que dejar? de lado para que no me usurpe todo el espacio del que dispongo.
Pero no querr?a pasar por alto un dato: sin el auxilio del intelecto, esto es de la capacidad del an?lisis critico del problema, y sin la posesi?n de conocimientos relacionados con ese problema y adquiridos por experiencia propia, o por revelaci?n ajena, la pura inteligencia no llegar?a muy lejos en el camino del ?xito. La estupidez, por mas que acumule conocimientos, no sabe que hacer con ellos. Y no es raro que un intelectual, ducho de an?lisis critico, sea incapaz de hallar soluciones.
El desarrollo, en un mismo individuo, de la inteligencia, del intelecto y de los conocimientos bien puede llamarse sabidur?a, si no en la aceptaci?n te?sta que le dan las Escrituras, por lo menos como tributo humano susceptible de adquisici?n y de p?rdida. Pero aunque no haya sabios in omni re scibile, y hasta Leonardo Da Vinci falle en sus experimentaciones con los ?leos y pigmentos de sus cuadros y Albert Einstein no acierte en ubicar el hotel donde se aloja, ambos merecen el t?tulo de sabios no menos que Plinio el Viejo, muerto sin embargo, seg?n Suetonio, a causa de una est?pida temeridad. Con alguna frecuencia la realidad nos pone, de momento, mentalmente paral?ticos. Es cuando decimos que estamos estupefactos, lo cual significa "estar hechos unos est?pidos". La inteligencia, si la tenemos, vendr? a rescatarnos de esa pasajera estupidez que, por no ser insalvable, se llama estupefacci?n. A prop?sito: alguna vez Solyenitzin escribi? que la televisi?n nos sume en largos intervalos mentales de inm?vil estupor. ?Dispondremos de la suficiente inteligencia como para no ser da?ados por los poderes estupefacientes de la hogare?a y diaria televisi?n?.
Situada a mitad de camino entre la inteligencia y la estupidez, la viveza comparte con la inteligencia, el dinamismo mental y, con la estupidez, la incapacidad de encontrar la soluci?n a un problema. Se mueve, pero no en direcci?n de la salida ? hacia donde se dirige? Ese es su secreto, la formula que le permite ponerse a resguardo de la humillaci?n y del desprestigio que sufre la estupidez.
La viveza, creo yo, es la habilidad mental para manejar los efectos de un problema sin resolver el problema. El hombre dotado de viveza, el vivo, no ejercita la inteligencia, sino un suced?neo de la inteligencia, apto para entenderse con las consecuencia pr?cticas del problema, pero no con el problema mismo.
Dicho de otro modo, el vivo se mueve mentalmente en procura de c?mo eludir los efectos de problema, de c?mo (en la mejor de las hip?tesis) volverlos beneficiosos para ?l ? (en la peor) de c?mo desviarlos en perjuicio de un tercero. La viveza, pues, necesariamente se conecta con la moral. Sin el concurso del ego?smo no se puede ser vivo. Y para echarle el fardo al pr?jimo sin que este se resista, es imprescindible cierto grado de inescrupulosidad y hace falta practicar alg?n genero de fraude siquiera verbal.
Observado durante un corto plazo, el vivo da la impresi?n de haber obtenido ?xito, de ser inteligente: se desplaza entre los problemas sin padecer las consecuencias o, mejor a?n sac?ndoles provecho. Como el flujo de los efectos no se interrumpe, el vivo no puede entregarse a los ocios y recesos de la viveza. De ah? que se los suele calificar de "despiertos". Aparenta una brillantez mental que enga?a a las miradas superficiales. El inteligente, cuando est? armando sus estrategias para atacar un problema, parece amodorrado y, en comparaci?n con el vivo, un poco est?pido. Cuanto m?s complejo sea el problema, mas exigir? del inteligente paciencia y esfuerzo, mas lo someter? al silencioso y tedioso an?lisis cr?tico y al constante repaso de los conocimientos. La viveza no puede permitirse esas demoras. Los efectos pr?cticos del problema no esperan mucho tiempo para hacerse sentir. De modo que el vivo est? obligado a la rapidez y, consecuentemente, a la improvisaci?n de sus m?todos por lo general emp?ricos. Otra vez el inteligente comparado con el vivo, parecer? lento y hasta torpe. Si los efectos del problema, por su magnitud o por su complejidad, sobrepasan las posibilidades de la viveza para eludirlos, para aprovecharlos o para torcerlos hacia un costado, el vivo, por fin acorralado como un est?pido, no sucumbe ni a la resignaci?n ni a la violencia, no confesar? jam?s su fracaso, no devolver? las armas que esconde en su mente: buscar? alg?n chivo emisario a quien cargarle la culpa.
En todas las sociedades conviven los inteligentes, los est?pidos y los vivos seg?n proporciones distintas para cada una de ellas. Para Borges no hab?a ning?n italiano ni ning?n jud?o est?pidos. Exageraba, sin duda. Pero ahora imaginemos un pa?s ficticio donde, por razones gen?ticas o por razones hist?ricas, los vivos est?n en mayor?a. Esbozar? la novela de lo que podr?a ocurrir en ese pa?s imaginario.
Puesto que son mayor?a unos vivos ocupan el gobierno. Y otros vivos los eligen. Los vivos que los eligen, y por supuesto los est?pidos, incapaces de solucionar los problemas del pa?s, los transferir?a a los elegidos. Y los elegidos, como vivos que son, se dedicar?n a lo suyo: ponerse a salvo de los efectos de los problemas, sacarles provecho o desviarlos hacia los dem?s, as? sean vivos, est?pidos o inteligentes.
Durante un tiempo los est?pidos parpadear?n de catatonia mental, los inteligentes se sentir?n marginados y los vivos tratar?n de imitar la viveza de los gobernantes. Mientras tanto los problemas, sin resolver, se acumulan, se multiplican, se superponen.
Hasta que, fatal, llega el d?a en que los problemas forman una pared compacta con un cartel que dice stop. Y ah? la sociedad se detiene. Entonces los est?pidos, si no se resignan, se vuelven violentos. Los inteligentes toman su valija y huyen. Y los vivos corren de un efecto a otro efecto vendando aqu?, remendando all?, emparchando mas all?. Dejan los bofes en ese desesperado ir y venir por entre el caos de los efectos sin control. Y para disimular su impotencia recurren a los fantasmas de los chivos expiatorios y a un lenguaje esquizofr?nico que, disociado de la realidad, seguir? pronunciando el discurso con que alguna vez embaucaron a la estupidez.
Est?pidos de brazos cruzados o de brazos armados, inteligentes en fuga, los vivos parlanchines y desesperados: tal ser?a la imagen de ese pa?s ficticio ca?do al pie del ominoso stop. Para ?l no habr? sido una salvaci?n, un grito de guerra: ?La inteligencia al poder!! Salvo que todos los inteligentes hayan huido, hip?tesis que no parece veros?mil, la novela podr?a tener un final feliz.
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